Yo creo que desde que nací, mi madre ya me había encomendado a los ángeles y tan pronto empecé a hablar, mi mamá me enseñó la oración del Angel de la Guarda. Desde niña conservo en mi cabecera esta imagen que por sí sola a mí me dice lo grande que son los ángeles, su hermosa función de cuidadores de las obras maestras de Dios, los humanos. Recuerdo que veía ese puente donde cruzan los niños, casi deshecho, lo oscuro del paisaje de fondo y el Angel con sus alas cuidando a los niños, protegiéndolos, asegurando con su presencia que nada malo podría pasar. Así que esta imagen fue mi primer concepto de Angel en la vida.
Luego, en 1995 me topé por "casualidad" con un libro que se llamaba: El libro de los Angeles cuya autora, periodista del New York Times, había escrito sobre ¡ángeles! Tenía muy claro que el periodismo es "objetivo", entonces me llamó muchísimo la atención que Sophy Burnham escribiera sobre este tema. No lo pensé dos veces, compré el libro y me volví fan de los angelitos.
Era toda una recopilación histórica de cómo en las diferentes religiones y culturas se habla de la presencia de estos seres de luz, que invariablemente son representado con lo que identificamos como alas, aura en forma de alas, colores y con un mensaje muy claro: Paz y Amor.
En ese mismo año tuve episodios fuertes de mi vida, pero creo que tanto el libro, como información sobre su autora y haber decidido estar muy cerca de Dios y los angelitos me prepararon para llegar a una etapa en la que el encuentro con ellos es algo natural, cotidiano y lleno de bendiciones y milagros. Todos, lo sé, todos tenemos encuentros con ellos, en cada instante, y todos si se los pedimos, recibiremos su ayuda.