En algunas terapias las personas experimentan un estado de tranquilidad, por un momento ordenan sus pensamientos y sentimientos, y se dan cuenta que siempre que tienen fe en Dios, en los ángeles y sobre todo, en sí mismas, logran lo que quieren.
Sin embargo, a veces, días después de haber tomado la primera terapia, experimentan tristeza, angustia y escepticismo. Algunos se preguntan: ¿y cómo sé si los ángeles verdaderamente están trabajando? ¿Cuándo llegará mi pedido especial angelical? Entonces, comienzan a decaer, a sentirse tristes, abatidos.
Tenemos que hablar del gran saboteador que es nuestro Ego. Muchos estudios psicológicos desde Freud o incluso anteriores, han tratado de definir el ego. En latín ego significa Yo, pero no se trata de uno mismo, sino de una parte de sí que a veces se apodera de nuestros pensamientos y se encuentra en esta capacidad que todos tenemos para reaccionar cuando nos encontramos en peligro. El ego es un detonador de acción y pensamiento. Mentalmente nos dice, por ejemplo, ante una gran tormenta, estamos en peligro, vamos a refugiarnos. O bien, si pasamos por una zona tenebrosa, nos dice, por aquí no, camina hacia el otro lado. Hasta aquí muy bien, el ego nos ayuda en nuestra supervivencia, cuando tenemos que competir, por ejemplo en un deporte, nos mantiene alertas. Pero muchas veces, se disfraza y se mete o más bien, lo dejamos que se meta en terrenos donde no le compete y es cuando nos encontramos con poca fe, sin fuerzas, con mucha desconfianza. Ahí es cuando se convierte en un falso yo.
El ego mal encauzado nos lleva por el camino del sufrimiento. Como sus mensajes son mentales nos pone muchas trampas. Nos hace creer que al razonarlo todo siempre tendremos la razón y seremos más inteligentes que otros. El ego se encuentra en esos pensamientos que nos despiertan a media noche y no nos dejan dormir en paz, en esa idea constante a la que le damos vueltas y vueltas durante todo el día, ya sabemos la respuesta, pero somos felices en ese pensamiento que nos lacera el alma.
Soltar el miedo es algo que nos cuesta mucho trabajo hacer porque han pasado años, ya lo hemos hecho parte de nuestra rutina. Pensar en que se puede vivir en paz y feliz es una remota posibilidad, no nos creemos que Dios es lo que quiere para nosotros. Nos lo muestra en la sesión de terapia angelical, pero en nuestra vida cotidiana, el ego nos vuelve a tender la trampa y caemos.
Todas las trampas del ego nos llevan a inquietarnos, a sufrir, al dolor. Todo aquello que nos lleva a mentir, a generar pensamientos negativos, de envidia, de temor, de celos, son trampas en las que hemos caído. Ofrecer todas esas acciones y pensamientos a Dios y a sus ángeles y pedirles que los cambien por los pensamientos correctos, nos llevará a minimizar el ruido mental que el ego provoca y en consecuencia, a vivir con fe.
Caer en las trampas del ego es normal, pero se va haciendo menos frecuente cuando decidimos mirar y vivir nuestra vida desde el enfoque del amor, de la paz, de los ángeles. Si NO permitimos que los ángeles nos ayuden, seguiremos bloqueados, optaremos por seguir viendo la vida desde el sufrimiento cuando tenemos todo el derecho a la paz y al amor. En cambio, si les permitimos su actuar en nuestra vida, caminaremos mucho más ligeros de cualquier carga o preocupación.
La fe es la absoluta libertad de actuar, pensar, hablar y amar sin sentimiento de culpa ni temor alguno. Con un genuino espíritu de amor y paz para sí mismo y para los demás. Aquí radica la diferencia entre seguir haciendo caso al gran saboteador que es el ego o iniciar un camino de Fe, permitir a Dios y a sus ángeles seguir haciendo lo suyo, mientras nosotros caminamos confiados hacia donde nos guían. Porque todo es perfecto en el Plan Divino, así que Su Guía sólo puede ser perfecta.
Y tú, ¿ya soltaste tus miedos?
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